Cinco niños murieron hoy y otros once resultaron heridos al caer una granada de mortero en una escuela cristiana en el centro de Damasco, ha informado la televisión estatal siria.
Por el momento no está claro quién lanzó las granadas contra el barrio de Al Kasaa, situado inmediatamente fuera de las murallas de la ciudad y habitado mayoritariamente por cristianos y drusos. El barrio está actualmente controlado por las tropas del régimen.
A lo largo del conflicto en Siria más de 5.000 niños y niñas han muerto y muchos más siguen en una situación de vulnerabilidad, según han denunciado diversas agencias internacionales.
Según informes de la ONU, muchos niños sirios “mueren o resultan heridos en ataques indiscriminados, por disparo de francotiradores, porque se utilizan como escudos humanos o son víctimas de ataques terroristas",dijo la organización.
MILLONES DE DESPLAZADOS
En los últimos dos años se cuentan 5 millones de desplazados internamente y unos 2 millones que se refugian en las naciones vecinas(Turquía, Irak, Líbano y Jordania). De estos, la mitad son niños, según informaron las agencias de la ONU, Acnur y Unicef.
“Lo que está en juego es nada menos que la supervivencia y el bienestar de una generación de personas inocentes”, dijo entonces Antonio Guterres, de Acnur. “La juventud de Siria está perdiendo sus hogares, sus familias y su futuro. Incluso después de haber cruzado la frontera llevan consigo traumas, depresión, y realmente necesitan una razón para la esperanza”. El secretario general visitó esta semana el campo de refugiados de Domiz, en Irak, donde han llegado casi 50.000 personas en los últimos siete días.
En Beirut, capital de Líbano, se nota la cada vez más notoria presencia de refugiados sirios. Un voluntario cristiano que ayuda en la atención de estos desplazados cuenta sus sensaciones, según recoge Baptist Press: “Estamos hablando de niños que han visto terribles asesinatos, han oído historias de violaciones y torturas. Han perdido trágicamente hasta la última gota de esperanza. La mayoría de ellos sólo quieren seguir con vida, y algunos días no quieren siquiera eso”.
En este sentido, las misiones cristianas intentan mostrar que aún “hay esperanza” para aquellos que han huido de la guerra.“Cada familia tiene una historia trágica que contar. Podemos aprender a llorar con los que lloran y escuchar con atención y obediencia a lo que Dios está llamando a sus siervos a hacer”, dijo Don Alan, responsable de una agencia misionera en Oriente Medio.
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